A todos los que participamos en carreras populares, o vamos de espectadores, nos han sucedido, o hemos visto, anécdotas curiosas.
Estas son las que yo recuerdo, ¿tú tienes alguna?:
En mapoma es tradicional ver a un tipo vestido de novia, con el traje arrugadísimo y el velo un poco ladeado, que también lleva un ramo de flores y según pasa lo va lanzando a los asombrados espectadores que hacen amago de cogerlo, pero el ramo es de ida y vuelta ( lo lleva sujeto con una goma elástica en la muñeca ) y el resultado es de risas y aplausos según va pasando.
También un grupo de corredores que llevan a otro en el medio como si fuera la abeja reina, con su corte de zánganos.
La de aplausos que cosecharon los tipos que iban de hombre-rana en la sansil pasada por agua del año pasado, tampoco tiene desperdicio.
En la melonera del año pasado(2009), un chico en silla de ruedas se pegó una buena castaña en la zona del final con curva y empedrado, los que iban detrás le esquivaron, el tio no se dió con la cabeza en el bordillo de puro milagro. Los corredores ni caso, los espectadores cercanos no podían hacer nada, las vallas se lo impedian, y los más lejanos imposible del todo cualquier acercamiento saltando vallas y esquivando corredores. El pobre haciendo esfuerzos denodados por recobrar el sentido vertical. Los corredores seguian pasando, a lo suyo. Por fin cinco minutos después un par de ellos de la zona paquetil, se pararon y le ayudaron a enderezar la silla con él dentro. Y el tipo siguió como si nada, a toda pastilla sobre el empedrado, hacia la zona de meta.
Hay un corredor que siempre corre con la camiseta enrollada en la mano, y el torso al
descubierto, tanto si es invierno como si es verano. Lleva el dorsal sujeto al pantalón de deporte. Y es admirado y envidiado, a partes iguales, por todos los corredores y espectadores, con los que se va encontrando a lo largo de los diferentes recorridos.
En la carrera del retiro del otro dia, a un señor le dió por chillarnos a los corredores, poniéndonos verdes. La respuesta unánime fue aplaudirle y según ibamos pasando..
En una san silvestre un chico en silla de ruedas y unos patinadores tuvieron problemas en la primera cuesta. Los de los patines ni en zig-zag conseguian subir, el de la silla de ruedas se quedó clavado, si aflojaba una mano, se iba lanzado hacia atrás. Los corredores, a lo suyo, como de costumbre. Por fin, un par de buenos samaritanos, le ayudaron a subir la cuesta. En la bajada siguiente le salian chispas de las manos. Los patinadores consiguieron subir haciendo el trayecto en horizontal, y lo mismo en la bajada siguiente, les salía humo de los frenos.
En una carrera, estaba una señora muy mayor a menos de 800m de la meta, jaleándonos a todos los que pasábamos como si fuéramos hijos suyos y llegáramos el primero. Fue muy emotivo, y ¡claro! todos le sonreíamos, le dábamos las gracias, le aplaudiamos y la jaleabamos, a su vez.
En las carreras multitudinarias siempre hay sufridos espectadores que necesitan imperiosamente cruzar la calle. Algunos cruzan cerrando los ojos y a paso de tortuga, poniendo en peligro su verticalidad y la de los corredores con los que se va encontrando a su paso, que les tienen que esquivar como pueden, otros van intercalando acelerones, carreritas y parones hasta llegar a la otra acera. Sólo una vez, y en su honor va esta anécdota, he visto a un señor cargado con bolsas integrarse dentro de la carrera, como uno más, e ir corriendo en diagonal, muy bien sin entorpecer nada en absoluto, al ritmo de los corredores, hasta alcanzar la acera contraria. Donde ya se paró y siguió andando, tan feliz y contento de su proeza. En esto que un corredor que se habia subido a la acera para ir adelantando posiciones en un arranque brioso (era por la zona de la calle Mayor y no cabíamos casi literalmente por la carretera, y habia que ir al ritmo), embistió al pobre señor que tan fantásticamente habia cruzado la calle. Hasta ahí pude ver, porque ya los adelanté corriendo.
En la carrera del agua, un señor que iba con bastón nos gritó a los corredores: "¡Venga, más ligeros!", "Eso quisiéramos", le contestaron.
Otra anéctota curiosa. En una carrera campestre, íbamos saltando charcos, pisando piedras para saltar los arroyos, y chapoteando entre el barro, entre cercados con animales: una vaca nos miraba con esa parsimonia vacuna mientras rumiaba, y me imagino que pensaba que dónde iríamos, con tanta prisa. Por el otro costado un caballo blanco se puso a correr también todo lo que le dejó el muro de piedras que lo contenía. No lo saltó, pero se dió una buena galopada.¡Esta si que fue una carrera preciosa!
La verdad es que me extraña que los corredores pasaran del tipo en la silla de ruedas. Si ves a alguien que está a punto de pegársela, y más en una carrera como la Sansi, en la que uno va a pasarlo bien y no a hacer tiempos, lo suyo es ayudarle, lo mismo que en "La Melonera".
ResponderEliminarSi empiezan a pasar estas cosas, en las que los corredores vamos a lo nuestro y no ayudamos a quién , es que estamos perdiendo el norte del todo.
Joaco, no sé si te has fijado, pero habrás tenido que notar la decadencia superlativa que ha ido aconteciendo en el mundo de las carreras populares tan sólo en los últimos tres años. Es lamentable, triste y bochornoso.
ResponderEliminarSe diría que si no lo ves, casi es dificil de creer, pero es absolutamente cierto y verídico.
Por eso cuento las cosas que veo. ¡Lástima que no lleve una cámara de vídeo cuando compito, o cuando estoy de espectadora! Algunas cosas dan absoluta vergüenza ajena.